Defensa de un emprendedor murciano



Santiago Delgado

Hay un señor de Madrid, gustoso de arremeter, de cuando en cuando, contra el empresario murciano Luis del Rivero. No entro en el gusto del citado señor de Madrid, pero parece como si quisiera ajustar cuentas pendientes personales, o algo así. Aunque aviso,  no son del caso ahora estas cuentas pendientes. Otro día las trato, si eso.
Bueno, pues este sujeto viene ahora a decir que el empresario murciano mencionado es obsceno y no sé qué otra difamación, por el hecho de que, como accionista del BBVA, ha instado recientemente a dicho banco a colaborar más estrechamente con la Justicia para esclarecer malos usos por parte de la anterior dirección del BBVA en relación con los servicios, bien pagados, del convicto ex comisario Villarejo. El mismo que proporcionaba, a dicha anterior dirección, secretos personales de sus enemigos, vigentes y potenciales, ilegalmente obtenidos. Dicha premura y renuencia por parte de la actual dirección del banco está haciendo caer las acciones del BBVA, y por consiguiente, los intereses legítimos de sus accionistas. No hay, pues, ninguna otra causa, oculta o no, en el hecho, a pesar de la obscenidad y otras lindezas que el señor de Madrid arroja sobre el emprendedor murciano.
         Luis del Rivero, al frente de la constructora Sacyr intentó, en 2004, ayudado por el viejo accionariado de los bancos de Bilbao y Vizcaya, un reto, legal y posible, para restituir a la primigenia cúpula del BBVA, aportando un mayor número de acciones del banco que las poseídas por la junta que dirigía entonces la entidad crediticia. Las acciones de Sacyr, sumadas a las de las casi cien familias originarias, más opción tenían a dirigir el banco que las presentadas por Francisco González y su presunta banda. Nada más normal en un mercado abierto a la ley de la oferta y la demanda.  Y he dicho banda, secundando a lo ya instruido por el fiscal pertinente en el caso judicial abierto. Una banda en connivencia, por ejemplo, con el convicto, sentenciado y recluso Rato y sus empresas familiares, a los que aportaban créditos de dudosa rentabilidad y devolución.
El gobierno vigente en esas fechas, no muy lejanas, fue informado, como era lógico y quasi preceptivo hacer, del cambio en perspectiva. Y a esa información facilitada al gobierno se la llamó connivencia del Ejecutivo en el cambio de nombres en la dirección del BBVA. Zapatero y Sebastián nada podrían haber hecho, ni por evitarlo, ni por favorecerlo. Las sociedades anónimas deben estar al margen de las intervenciones de los gobiernos.
         Bien, pues a estas maniobras legales y comerciales, absolutamente esperables en una economía abierta, el citado señor de Madrid parece aludir, como dando a entender que eran arteras, inicuas, secretas y abominables. Y por eso lo de obscenidad, venganza y anatema económico. Pues no, ni hubo nada fuera de la ley cuando se intentó el posible cambio en la cúpula del BBVA, ni lo hay ahora en el hecho de que un accionista inste a la directiva en vigor del BBVA a que actúe pronto y totalmente con la Justicia y que González vaya a chirona, para hacer compañía a Villarejo. Y para que dejen de bajar las acciones del banco, intención  nada vergonzosa, ni obscena.
         Luego, en 2011, Luis del Rivero intentó evitar que Repsol se enajenara del ámbito económico español. También con Sacyr como argumento. Y no con otras armas que las normales y comunes de hacerse, pacíficamente, con la mayoría de las acciones de la compañía. Pero soñó demasiado para el afán de Sacyr de opacarse a los media y de gozar del puro vegetativismo empresarial y espeso. Y, en consecuencia, defenestró a Rivero. Pero Putin no se hizo con Repsol. Sacyr tampoco.
         Los intentos de Rivero sobre el BBVA y Repsol son comparables, en tamaño y sana ambición, a otras hazañas emprendedoras del empresario murciano, como la Ampliación del Canal de Panamá, Tercer Juego de Esclusas o el Puente sobre el Estrecho de Messina (luego desechado por la propia Italia). Amén de otras, de semejante calibre, por todo el mundo repartidas.
         En el fondo, lo que el señor de Madrid nos dice es que aquéllos a los que él cree muertos, socioeconómicamente hablando -por supuesto-, no tienen derecho a revivir mediáticamente, sin su permiso. O sin pagar portazgo. No sé. Y nada, que la misma libertad de expresión del señor de Madrid le sirva a este cronista. Amén.

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